El deseo, que ha sido la fuerza impulsora en el hombre, ha creado muchísimas cosas

gratas y útiles; y el deseo también ha creado, en las relaciones del hombre, muchísimos problemas y confusiones y desdichas el deseo de placer. Los monjes y los sanyasis del mundo han tratado de trascender el deseo, se han forzado a adorar un ideal, una imagen, un símbolo. Pero el deseo está siempre ahí, ardiendo como una llama. Es necesario investigar, sondear la naturaleza del deseo, la complejidad del deseo, sus actividades, sus exigencias, sus satisfacciones cada vez más y más deseo de poder, de posición, de prestigio, de status; el deseo de alcanzar lo innominable, lo que está más allá de nuestra vida cotidiana, el deseo que ha impulsado al hombre a hacer las cosas más feas y brutales. El deseo es el resultado de la sensación el resultado que contiene todas las imágenes que ha elaborado el pensamiento. Y este deseo no sólo engendra insatisfacción, sino también una sensación de desesperanza. Jamás hay que reprimirlo, jamás disciplinarlo, sino investigar su naturaleza su origen, su propósito, sus intrincaciones. Ahondar profundamente en el deseo no es la acción de otro deseo, porque tras ello no hay un motivo; es como comprender la belleza de una flor, sentarse junto a ella y contemplarla. Y mientras uno la contempla, la flor comienza a revelarse a sí misma tal como realmente es revela la extraordinaria delicadeza de su color, el perfume, los pétalos, el tallo y la tierra de la cual ha brotado. Así hay que mirar este deseo y su naturaleza, sin ningún pensamiento que siempre moldea las sensaciones placer y dolor, recompensa y castigo. Entonces uno comprende, no de manera verbal o intelectual, todo el proceso causativo del deseo, la raíz del deseo. La mera percepción de ello, la sutil percepción de ello es, en sí misma, inteligencia. Y esa inteligencia siempre actuará cuerdamente, racionalmente, al tratar con el deseo. De modo que hoy, sin hablar demasiado, sin pensar demasiado, uno se deja envolver enteramente por esta mañana de primavera, vive con ella, se mueve con ella, y es ése un júbilo que está más allá de toda medida. No podrá repetirse. Seguirá existiendo hasta que se escuche un golpe en la puerta.

Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .

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