Pobres de los que hayan dejado sembrar en ellos la semilla de la frialdad y

de la inacción. No dejará de producir algún día frutos amargos, cubiertos de espinas, que se clavarán en todos sus miembros, y no podrá evitar que dominen su ser enfermedades incurables. ¡Pobres de los que no capten con fervorosa vigilancia estos relámpagos pasajeros que se nos envían de vez en cuando a nuestras tinieblas! La vida espiritual que desciende a nosotros es ya muy débil, debido a este cuerpo mortal en el que estamos encerrados! ¡Viene tan pocas veces! ¡Se va tan pronto, después de haber encendido en nosotros la antorcha de nuestro pensamiento, que, sin la atención más activa, deberíamos temer que se apagase la antorcha antes de que vuelva, si no tenemos el cuidado de alimentarla y mantenerla!.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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