Dos caminos hay por donde el hombre puede salir gradualmente de esta situación mental embrionaria.
Uno, que le dirijan y dominen hombres mucho más desarrollados; y otro, el crecer lentamente sin ayuda. Este último implicaría el transcurso de milenios sin cuento; pues sin ejemplo y sin disciplina, abandonado el hombre a los mudables choques de los objetos externos y al contacto con otros hombres, como él faltos de desarrollo, sólo con gran lentitud podrían despertarse las energías internas. Ya hemos visto que cuando la masa de la humanidad, considerada en su tipo medio, recibió la chista que dio el ser al Pensador, encarnaron como Maestros algunos de los más grandes Hijos de la Mente, y que también tomaron carne otros muchos Hijos menores de la Mente, que se hallaban en diversos grados de la evolución, los cuales constituyeron la ola más elevada de la progresiva corriente humana. Estos gobernaron a los menos desarrollados, bajo la benéfica autoridad de los grandes maestros; y la impuesta obediencia a reglas elementales de buen vivir (al principio muy elementales ciertamente) apresuró en gran manera el desarrollo de las facultades intelectuales y morales de las almas embrionarias. Prescindiendo de todo otro testimonio, los restos de civilizaciones gigantescas que hace mucho tiempo desaparecieron y que muestran habilidades y concepciones intelectuales muy por encima de lo que era posible a la masa de la humanidad, entonces en la infancia, bastan para aprobar que existían en al tierra a cabo grandes empresas.
Annie Besant . La sabiduría antigua .