El niño tiene que perderse en el mundo para volver a ser un niño. La

inocencia tiene que entrar en todo el revuelo de la astucia y las calculaciones para volver a ser realmente inocente de nuevo. Un niño es inocente, pero su inocencia es la de la ignorancia. Un santo también es inocente, pero su inocencia no es fruto de la ignorancia, sino de la experiencia, de la madurez, de la sazón. Es inocente de nuevo, pero ese «de nuevo» tiene una gran importancia: su inocencia ya no puede ser perturbada. El niño tendrá que ser perturbado: todo Adán tiene que abandonar el Jardín del Edén, el mundo de la inocencia. Todo Adán tiene que ir al mundo, a su fango, porque allí madurarás, te sazonarás. Solo allí aprenderás, solo allí verás por contraste la belleza de la inocencia, comprenderás el esplendor de la inocencia. El día que te des cuenta de la belleza de la inocencia, que tomes conciencia de ella, habrás vuelto a casa.

Osho . El Secreto de los Secretos: Charlas sobre el secreto de la Flor Dorada .

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