Todas las filosofías antiguas enseñan que Dios es la mente universal difundida en todas las

cosas. Las religiones induista, budista (75) y cristiana se fundan en este concepto. En cuanto a la metempsícosis o proceso purificador de las transmigraciones, que tan groseramente se antropomorfizó más tarde, fue dogma subalterno que los sofismas teológicos adulteraron con intento de ridiculizarlo a los ojos de los fieles. Pero ni Gautama el Buddha ni Pitágoras tomaron al pie de la letra esta alegoría puramente metafísica, cuya explicación nos da el Misterio de Kunbum (según veremos más adelante), con referencia a las peregrinaciones espirituales del alma humana. No esperen los eruditos encontrar en la letra muerta de las Escrituras budistas la aclaración de estas sutilezas metafísicas que abisman el pensamiento en la insondable profundidad de su significado, hasta el punto de que nunca está el investigador más lejos de la verdad que cuando presume descubrirla. Las abstrusas enseñanzas budistas sólo pueden comprenderse con auxilio del método platónico, que procede de lo universal a lo particular y cuya clave hallamos en el sutilmente místico influjo espiritual de la vida divina. Así dice el Buddha: “Quien desconoce mi ley y muere en tal estado ha de volver a la tierra hasta que se convierta en perfecto samano. Para ello ha de sofocar en sí mismo la trinidad de Maya (76), extinguir sus pasiones, identificarse con la Ley (77) y comprender la religión del aniquilamiento” (78). En este concepto budista se apoya la filosofía pitagórica, que en este punto concreto expone Whitelock Bulstrode, como sigue: “¿Puede convertirse en no entidad aquel Espíritu que da la vida e impulsa el movimiento y participa de la naturaleza de la luz? ¿Puede el espíritu senciente de los brutos volver a la nada, a pesar de tener memoria, que es facultad racional? Si decís que los brutos exhalan su espíritu en el aire y allí se desvanece, lo niego. Verdaderamente es el aire lugar a propósito para recibir el espíritu de los brutos, porque, según Laercio, está poblado de almas y, según Epicuro, lleno de átomos originarios de todas las cosas; porque hasta este lugar donde nos movemos y en donde vuelan las aves participa de la naturaleza espiritual de modo que es invisible, y por lo tanto, muy bien puede ser el receptor de las formas, puesto que en él están todas las formas. Nosotros tan sólo podemos conocer este lugar por sus efectos. Y si aun el mismo aire es demasiado sutil para comprender su naturaleza, ¿qué será el éter de las regiones superiores y qué formas e influencias descenderán de allí?”.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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