Este simple acto de la voluntad bastaba para transmitir el don de profecía en su
más alta modalidad, si tanto el iniciador como el iniciado eran dignos de ello. A este propósito dice el reverendo Gross: “Sería tan injusto como antifilosófico menospreciar este don, cual si en su presente modalidad fuese corrompido retoño o consumida reliquia de una época de ignorante superstición. En todo tiempo intentó el hombre levantar el velo que oculta a sus ojos lo futuro y, por lo tanto, siempre se tuvo la profecía por don concedido por Dios a la mente humana... Zwinglio, el reformador suizo, daba por fundamento a su fe en la providencia del Ser Supremo, la cosmopolita enseñanza de que el Espíritu Santo inspiraba también a la más digna porción del mundo pagano. Admitida esta verdad, no es posible suponer que los paganos dignos de él no pudieran recibir el don de profecía” (22). Ahora bien; ¿qué es esta mística y primordial substancia? El Génesis la simboliza en “la haz de las aguas sobre que flotaba el espíritu de Dios”. El libro de Job (23), dice que “debajo de las aguas fueron formadas las cosas sin alma que habitan allí”; pero en el texto original, en vez de “cosas inanimadas” se lee los “muertos rephaim” (24). En la mitología egipcia el Absoluto está simbolizado por una serpiente enroscada alrededor de una vasija, sobre cuyas aguas planea la cabeza en actitud de fecundarlas con su aliento. La serpiente es, en este caso, emblema de la eternidad y representa a Agathodaimon o espíritu del bien, cuyo opuesto aspecto es Kakothodaimon o espíritu del mal. Los Eddas escandinavos dicen que durante la noche, cuando el ambiente está impregnado de humedad, cae el rocío de miel, alimento de los dioses y de las creadoras abejas yggdrasillas. Esto simboliza el pasivo principio de la creación del universo sacado de las aguas, y el rocío de miel es una modalidad de la luz astral con propiedades creadoras y destructoras. En la leyenda caldea de Berosio, el hombre-pez, Oännes o Dagón, instruye a las gentes y les muestra el niño-mundo recién salido de las aguas con todos los seres procedentes de esta primera substancia. Moisés enseña que sólo la tierra y el agua pueden engendrar alma viviente, y en las Escrituras hebreas leemos que las hierbas no crecieron hasta que el Eterno derramó lluvia sobre la tierra. En el Popol-Vuh de los americanos, se dice que el hombre fue formado del limo de las aguas. Según los Vedas, Brahmâ sentado en el loto forma a Lomus (el gran muni o primer hombre) de agua, aire y tierra, después de dar existencia los espíritus que, por lo tanto, tienen prelación sobre los mortales. Los alquimistas enseñaban que la tierra primordial o preadámica (alkahest) (25) es como el agua clara, en la segunda etapa de su transmutación en substancia primaria, que contiene todos los elementos constitutivos del hombre, no sólo por lo que atañe a su naturaleza orgánica, sino también el latente “soplo de vida” dispuesto a la actuación vital o, lo que es lo mismo, “el Espíritu de Dios flotante sobre las aguas” o “el caos”, que de este modo se identifica con la substancia primaria. Por esta razón aseguraba Paracelso que era capaz de formar homúnculos, y el insigne filósofo Tales decía que el agua es el principio de todas las cosas de la naturaleza. ¿Qué es el caos primordial sino el éter de los físicos modernos tal como lo conocieron los filósofos antiguos mucho antes de Moisés? El caos es el éter de ocultas y misteriosas propiedades que contiene en sí mismo los gérmenes de la creación universal; el éter es la virgen celeste, madre espiritual de todas las formas y seres existentes, de cuyo seno, fecundado por el Espíritu Santo, surgen a la existencia la materia y la fuerza, la vida y la acción.a pesar de los recientes descubrimientos que van ensanchando los límites del saber humano, todavía se conocen muy incompletamente la electricidad, el magnetismo, el calor, la luz y la afinidad química. ¿Quién presume dónde termina la potencia o cuál es el origen de ese proteico gigante llamado éter? ¿Quién no echará de ver el espíritu que en él actúa y de él arranca las formas visibles?.
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .