Acertadamente dice Cudworth que lo que más vituperan los cient´ficos de hoy en los sabios

antiguos es su creencia en la inmortalidad del alma, pues les asusta pensar que de creer en los espíritus y las apariciones han de creer también en Dios, y nada hay para ellos tan absurdo como la existencia de Dios. Sin embargo, muy diversamente opinaban los materialistas antiguos a pesar de lo escépticos que nos parecen. Epicuro creía en Dios sin creer en la inmortalidad del alma y Demócrito no negaba en modo alguno las apariciones. La mayor parte de los antiguos sabios admitían la preexistencia del espíritu humano semejante a Dios, y en este conocimiento apoyaban los magos de Persia y Babilonia la doctrina de la machagistia atestiguada en los Oráculos caldeos que tanto comentaron Pletho y Psello. Entre los antiguos sabios que afirmaron rotundamente la inmortalidad del alma humana se cuentan Zoroastro, Pitágoras, Epicarmo, Empédocles, Kebes, Eurípides, Platón, Euclides, Filón, Boecio, Virgilio, Cicerón, Plotino, Jámblico, Proclo, Psello, Sinesio, Orígenes y Aristóteles (90). Algunos años han pasado desde que el conde de Maistre escribió las siguientes frases que si oportunas en su volteriana época, no lo son menos en nuestros escépticos días: “He leído y escuchado mil chocarrerías sobre la ignorancia de los antiguos, porque en todas partes veían espíritus. Pero me parece que nosotros somos aún más imbéciles que nuestros antepasados, porque nunca vemos ninguno en parte alguna” (91).

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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