Pero si, antes de que penetre en nosotros la divinidad y nos traspase en su

esplendor y su gloria, es preciso que nos traspase en su ignominia y su dolor, también es necesario que haga en nosotros una operación primera y esta operación consiste en hacer que nos anuncie el ángel que el espíritu santo debe venir sobre nosotros, que la virtud del altísimo nos cubrirá con su sombra y que, por esa razón, el santo que nazca en nosotros se llamará el hijo de Dios. Y, para que se nos pueda hacer este anuncio, es preciso que estemos renovados en la verdadera inocencia y que tres vírgenes más antiguas que María nos hayan purificado en nuestro cuerpo, en nuestra alma y en nuestro espíritu: es decir, que nos hayan hecho vírgenes como ellas. Cuando, por nuestra constancia y nuestros esfuerzos, hayamos descubierto esta triple virginidad, se producirá en nosotros la anunciación y no tardaremos en darnos cuenta de la concepción santa que se produce también, lo que nos da la oportunidad de cantar el cántico de María, cuando nuestros seres queridos nos saluden y nos bendigan por el fruto de nuestras entrañas, lo mismo que María recibió el saludo y la bendición de Isabel.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

Índice