Gradualmente, pausadamente, la más alta de las montañas se estaba volviendo más brillante, dorada y

clara mientras el sol la iba tocando; y la nieve era pura, no la afectaba la luz del día. A medida que uno ascendía dejando muy abajo los pequeños senderos de la aldea, el sonido de la tierra, los grillos, las codornices y otros pájaros empezaron su cántico matinal de exquisita adoración al día. Y mientras el sol se levantaba, uno era parte de esa luz y había dejado atrás todo lo que es producto del pensamiento. Había un completo olvido de uno mismo. La psique estaba libre de sus luchas y pesares. Y mientras uno caminaba ascendiendo más y más, no existía sentido alguno de separación, ni siquiera el sentido de ser uno un ser humano.

Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .

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