Si uno tiene predisposición mercantil, podría preguntarse cuál es la utilidad de todo esto, de
qué sirve lo ilimitado, qué provecho puede el hombre sacar de eso. Siempre deseamos una recompensa. Vivimos a base del principio de premio y castigo, como un perro al que han adiestrado; uno lo premia cuando obedece. Y actuamos de manera bastante similar, en el sentido de que queremos ser recompensados por nuestras acciones, por nuestra obediencia, etcétera. Tal exigencia nace del cerebro limitado. El cerebro es el centro del pensamiento, y el pensamiento es siempre limitado bajo todas las circunstancias. Puede inventar lo teórico, lo extraordinario, lo inmensurable, pero su invención es siempre limitada. Es por eso que uno ha de estar completamente libre de todo el afán y el tráfago de la existencia y de la actividad egocéntrica, para que lo ilimitado sea.
Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .