El prevalecimiento de tan revolucionarias ideas nos mueve a preguntar a los científicos si sabrían

decirnos por qué el movimiento de las mareas está relacionado con el de la luna. Seguramente que no acertarían a explicar este conocido fenómeno tan satisfactoriamente como lo hiciera un neófito en magia o alquimia, ni tampoco nos dirían por qué los rayos de la luna producen funestos efectos en determinadas personas hasta el punto de volverse loco quien a su luz se duerme en algunos parajes de la India y de África; ni por qué las crisis de ciertas enfermedades coinciden con las fases lunares y los sonámbulos están mucho más excitados en el plenilunio. Los jardineros, labradores y leñadores creen firmemente en la influencia de la luna en la vegetación, y entre otras pruebas de ello tenemos que diversas especies de mimosas abren y cierran sucesivametne los pétalos de sus flores, según la luna llena aparece o se oculta entre nubes (45). Si la ciencia no sabe explicar estas influencias físicas, en mayor ignorancia estará todavía acerca de la influencia de los astros en el destino del hombre; y por lo tanto carecen los científicos de autoridad para contradecir lo que con pruebas no pueden impugnar. Desde el momento en que las fases de la luna influyen tan notoriamente en la tierra, que en todo tiempo estuvieron familiarizadas las gentes con sus efectos, no resulta irrazonable afirmar la posibilidad de que determinada combinación de influencias siderales produzca sus correspondientes efectos. Si recordamos lo que dicen los ilustrados autores de El Universo invisible, acerca de los efectos resultantes en el éter universal de una causa tan nimia como la vibración del pensamiento en el cerebro humano, más lógico nos ha de parecer todavía que el tremendo impulso dado al éter por la rotación de millones de astros influya en la tierra y sus habitantes. Si los astrónomos desconocen la oculta ley de formación de los mundos que incesantemente voltean en torno de un punto céntrico de atracción, ¿cómo se atreven a decir que no puedan actuar en el espacio ciertas influencias cuya acción se deje sentir en los planetas? No se sabe apenas nada respecto a los agentes imponderables ni de sus efectos en el cuerpo y mente del hombre; y aun lo poco que se conoce por demostración, se achaca a la casualidad de curiosas coincidencias (46). Pero gracias a estas coincidencias sabemos que ciertas enfermedades, inclinaciones, dichas e infortunios de la humanidad son más intensas y prevalecientes según la época, pues hay epidemias tanto en lo físico como en lo moral. En unos tiempos la controversia religiosa excita las más acerbas pasiones de la animalidad humana, provocando enconadas persecuciones y sangrientas guerras, al paso que en otros el espíritu de rebelión se propaga por medio mundo como virulenta epidemia (47).

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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