Piensa, alma mía, que es el mismo Dios el que llora en ti, para que

tú puedas, por sus propios dolores, alcanzar los consuelos. Piensa que lloró antes de decir a Lázaro: levántate. Piensa que llora a cada momento en todo tu ser y que no pretende más que establecer su propio ayuno o su propia penitencia en tu centro elemental, en tu centro espiritual y en tu centro Divino. Si Dios llora en ti, ¿cómo te negarías a llorar con él, cómo te opondrías a dejar que circulen libremente por ti esos torrentes inflamados de la penitencia sagrada, en los que el amor eterno te invita a hacer tu morada con él, para que, a continuación, tú hagas también tu morada con él en el júbilo y en la vida? Actúa de tal manera que no seas más que dolor, suspiros y lamentaciones, porque ya sólo así po- drás ser la imagen y semejanza de Dios.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

Índice