Nuevamente afirmamos con entera seguridad que no hay en los otros tres puntos cardinales hechicero

profesional capaz de emular a los desastrados e incultos fakires de Oriente, que no necesitan estancias egipcias ni preparación ni ensauyo para realizar sus experimentos, pues siempre están prontos a invocar en su auxilio a las ocultas fuerzas de la naturaleza, que son libro de siete sellos tanto para los prestidigitadores como para los científicos europeos. Acertadamente dice Elihu: “No siempre son sabios los hombres eminentes, ni la edad es prueba de discernimiento” (3). Repetiremos a este propósito lo que dice el teólogo inglés More: “A la verdad, si los hombres no hubiesen perdido la modestia, los relatos bíblicos les probarían plenamente la existencia de espíritus y ángeles... Me parece providencial que los recientes casos de apariciones despierten en nuestras entorpecidas y aletargadas mentes el convencimiento de que hay otros seres inteligentes, además de los revestidos de grosera arcilla... Porque si estas pruebas nos demuestran la existencia de espíritus malignos, forzosamente hemos de creer en los espíritus buenos, y por lo tanto en Dios”. El ejemplo ya citado entraña una lección moral, no sólo para los científicos, sino también para los teólogos. Tanto los predicadores como los catedráticos delatan continuamente su incompetencia en psicología, menospreciando las coyunturas de estudio que se les ofrecen y poniéndose en ridículo a los ojos del estudiante sincero. La opinión pública, en este punto, está amañada por impostores e ignorantes indignos de consideración.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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