No se puede entender a Kircher como un personaje ausente del complejo sistema cultural europeo

del siglo XVII [PASTINE et al., 1998]. Tras el tumultuoso período del Renacimiento, -escribe el profesor René Taton [TATON edit., 1988, 211-236] - durante el cual occidente entró en íntimo contacto con la ciencia antigua, no sin manifestar, en diversos dominios, una indiscutible voluntad de creación, el siglo XVII ve nacer en la Europa occidental una nueva ciencia, que se desarrollará en los siglos siguientes, y que poco a poco se difundirá por todo el mundo". Esta "nueva ciencia" de la que tratan los historiadores se corresponde con un momento de efervescencia de la creatividad humana. Desde Gilbert, Kepler y Galileo hasta Huyggens, Malebranche, Leibniz y Newton, pasando por Bacon, Harvey y Descartes, los que hoy llamamos "científicos" del siglo XVII en Europa colocan los principios de la ciencia moderna. Mientras sostenían su lucha, a menudo difícil, contra los prejuicios, la tradición y la rutina, esos hombres geniales supieron explicar los grandes principios que todavía hoy se encuentran a menudo en la base de nuestras concepciones. Aquellos filósofos naturales tuvieron el mérito inmenso de crear métodos originales y fecundos, de renovar amplios dominios científicos y de dar a la investigación un decisivo impulso. Suele ser normal en los autores de Historia de las Ciencias de la naturaleza identificar el siglo XVII con el comienzo de la que puede llamarse Ciencia Moderna. Sin embargo, es necesario matizar mucho esta afirmación. En primer lugar, no todas las áreas del conocimiento racional y organizado de la naturaleza caminaron a un mismo ritmo durante la época de la Revolución Científica. Así, las matemáticas y la física tuvieron un desarrollo epistemológico que no lo tuvieron las ciencias de la vida y las ciencias de la Tierra. Aún así, se considera, como veremos, que en el siglo XVII aparece la Geología como ciencia natural dotada de su propia racionalidad. En segundo lugar, y utilizando las metáforas kuhnianas la incipiente comunidad científica de la época barroca se hallaba escindida en dos facciones: la tradicional (que se mantenía fiel a los principios, metodologías y contenidos propios de la tradición aristotélica y escolástica y que, por lo general, se atrincheraba en las Universidades) y la facción "moderna" (o renovadora) que, por lo general, desde la periferia de las instituciones académicas, propiciaba una nueva manera de afrontar el problema del conocimiento del mundo natural, social y teológico. Pero hay un tercer elemento a tener en cuenta en este intento de matización del concepto de nueva ciencia: si se estudia en detalle a los grandes personajes de la filosofía y de la ciencia en este período, puede llegarse a la conclusión sorprendente de que un autor, podía ser "renovador" en unos aspectos y por otra parte seguir acartonado en concepciones arcaicas. El caso más clarificador es el del gran científico Isaac Newton, que alternaba sus estudios sobre física con investigaciones sobre alquimia o sobre astrología. "El Gran Babilonio", ha sido etiquetado por algunos autores. Hechas estas matizaciones, será necesario presentar, aunque sea muy esquemáticamente, lo que el siglo XVII supuso en la construcción de ideas científicas para comprender a Kircher dentro de esas coordenadas. Por ello, el escolasticismo y la tendencia a la especulación sin suficientes fundamentos experimentales de Kircher hay que entenderlos en el contexto de la cultura general del siglo XVII que no puede despegarse de un lenguaje muy establecido. Desde la deducción de la estructura interna del Mundo de Descartes, hasta las discusiones de los llamados yatromecánicos (de iatros, médico) y de los yatroquímicos, o la disputa sobre las fuerzas vivas. Sin embargo, pese al lastre filosófico, metodológico, ideológico o teológico, muchos de estos "científicos" del siglo XVII llegaron a conclusiones sorprendentes que pusieron las bases para un nuevo modo de concebir la imagen del mundo, del ser humano, de la sociedad o de las relaciones del hombre con Dios. En este sentido, destacamos como avances que han pasado al patrimonio común de la humanidad los siguientes: las leyes de Kepler, la Mecánica de Galileo, el sistema circulatorio de Harvey, la Geometría de Descartes, la Geología de Niels Stensen, la Óptica astronómica y los Principia de Isaac Newton, el mundo de los "pequeños animales" al microscopio de Leeuwenhoek. Muchos errores se mezclan en todo ello con las verdades. Pero, )acaso no es esta, en cualquier época, la condición misma de la investigación, de la búsqueda de la verdad sobre el mundo, la vida, los humanos y Dios? Tal vez, el fenómeno desencadenante de la Revolución Científica del siglo XVII es la publicación en 1620 de un libro que transforma el modo de trabajar. Este libro es el Novum Organum de Francis Bacon, escrito como alternativa al Organon aristotélico y como un intento de superar la vieja especulación estéril por un método de conocimiento sustentado en el "experimento", en la observación minuciosa y libre de prejuicios de la realidad. Muy posiblemente, en el Colegio Romano era conocida la obra de Bacon y sus reglas metodológicas serían explicadas en las clases de Filosofía Natural.

Athanasius Kircher . El Geocosmos .

Índice