Afirma Aristóteles, que las emanaciones astrales del interior de la tierra son causa suficiente para

vivificar por intususcepción plantas y animales. A este mismo propósito, movido Cicerón de justa cólera contra los escépticos de su tiempo, les redarguye diciendo: “Hay algo más divino que las exhalaciones de la tierra, que conmueven el alma humana hasta el punto de consentirle la predicción del porvenir. ¿Podrá la mano del tiempo desvanecer tal virtud? ¿Creéis que os hablo de algún vino exquisito o de algún manar sabroso”? (53). No creemos que los modernos investigadores presuman de más sabios que Cicerón y aseguren que se ha desvanecido la fuerza eterna y agotado las funetes de la profecía.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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