El periódico Spiritual Telegraph, al extractar esta sesión académica la comenta como sigue: “Parece que

el tema presentado por el profesor Hare hubiera debido considerarse del dominio de la ciencia, pero la Asociación Americana para el Fomento de las Ciencias creyó, al contrario, que no era digno de su atención aquel tema y por mayoría de votos quedó sobre la mesa... No podemos desaprovechar la ocasión de advertir que la Asociación Americana para el Fomento de las Ciencias discutió extensa, grave y profundamente en la misma sesión el tema de ¡por qué cantan los gallos a media noche! Es una cuestión verdaderamente digna de filósofos, que sin duda afecta en grado superlativo al bienestar de la especie humana”. Aunque se expone al ridículo quien manifieste su creencia en la misteriosa simpatía entre el hombre y ciertas plantas, se ha comprobado en muchos casos. Se sabe de personas que murieron poco después del arranque de un árbol plantado el mismo día en que nacieron; y en cambio, han ocurrido casos en que un árbol plantado en análogas circunstancias enfermó y murió simultáneamente con la persona de quien, por decirlo así, era gemelo (79). Max Müller refiere varios casos de la misma naturaleza (80) y demuestra que esta creencia popular se halla extendida por muchas comarcas de Europa, Centro América, India, Nueva Zelanda y Guyana inglesa. Por su parte, Tyler dice sobre el particular: “Si sólo echáramos de ver esta creencia en la India y en Alemania, podríamos atribuirle origen ario, pero al hallarla asimismo en la América Central no hay más remedio que admitir relaciones precolombinas entre los pobladores de Europa y América o averiguar si en efecto tiene fundamento racional esa supuesta simpatía entre la vida de las plantas y la de los hombres” (81). La actual generación, que sólo cree en el superficial testimonio de sus sentidos, no admitirá la atracción simpática entre animales, vegetales y aun minerales, porque el velo que entorpece su visión interna únicamente les permite percibir lo que no pueden negar. A esta incrédula generación tal vez le convenga el siguiente pasaje de Plotino: “Los hombres se despojan lamentablemente de su divinidad desde el momento en que deseñan todo cuanto a los cielos se refiere y nada creen de lo que es digno del cielo. Así forzosamente enmudecen las voces divinas” (82). Esto mismo significa el emperador Juliano al decir: “el alma mezquina del escéptico es en verdad aguda, pero nada percibe con perfecta y sana visión”.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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