Sí, hombre nuevo, podemos ver en ti la montaña del Sinaí entera, con todas las

maravillas que han sucedido en ella. Podemos ver, en tu nacimiento milagroso, que este lugar sagrado se cubre de nubes celestiales de las que salen luces y relámpagos; podemos ver que los animales tiemblan con esto y el mismo pueblo no se atreve a contemplar su resplandor y te piden, lo mismo que los hebreos pedían a Moisés, que veles tu rostro para no deslumhrarlos. Podemos ver que te quedas solo durante cuarenta días en la cumbre de esta montaña, para recibir en ella todos los grados de tu ordenación en la ley temporal; podemos verte recibiendo de Dios los preceptos del Decálogo y explicarlos a nosotros, más por tu propia esencia que por tu palabra; podemos oírte decir, en el nombre de este Dios, al que te has acercado solo: «Yo soy el Señor vuestro Dios que os ha sacado de Egipto, de la casa de la esclavitud, «No tendréis dioses extraños delante de mí, «No haréis imágenes talladas ni ninguna figura de lo que hay arriba en el cielo ni abajo en la tierra ni en las aguas que hay bajo la tierra. «No las adoraréis ni les rendiréis culto soberano, pues yo soy el Señor vuestro Dios, el Dios fuerte y celoso, que venga la iniquidad de los padres en sus hijos hasta la tercera y la cuarta generación en todos los que me odian, «Y que tiene misericordia durante mil generaciones con los que me aman y guardan mis preceptos. «No tomaréis en vano el nombre del Señor vuestro Dios, porque el Señor no tendrá por inocente al que haya tomado en vano el nombre del Señor su Dios. «Acordaos de santificar el día del sábado. «Trabajaréis durante seis días y haréis en ellos todo lo que haya que hacer. «Pero el séptimo día es el día de descanso consagrado al Señor vuestro Dios. No haréis en ese día ningún trabajo, ni vosotros, ni vuestro hijo, ni vuestra hija, ni vuestro siervo, ni vuestra sierva, ni vuestros animales de trabajo, ni el extranjero que se encuentre en el recinto de vuestras ciudades. «Pues el Señor hizo en seis días el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos y descansó el séptimo día. Por eso es por lo que el Señor ha bendecido el sábado y lo ha santificado. «Honrad a vuestro padre y a vuestra madre, para que viváis mucho tiempo en la tierra que os dé el Señor vuestro Dios. «No mataréis. «No cometeréis fornicación «No levantaréis falso testimonio contra el prójimo. «No desearéis la casa de vuestro prójimo. No desearéis su mujer, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca».

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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