«Sabéis que está escrito que no debéis echar las perlas a los cerdos, por- que

las pisarían y se volverían contra vosotros. Este precepto se refiere en particular al hombre que suspira por su regeneración: se hace tal idea de la grandeza de los tesoros que se le han prometido y un concepto tan horrible de la mezquindad de su ser que siempre tiene miedo a que quede en él alguna substancia corrompida que, como los cerdos, fuese a pisar las perlas que le ofreciesen y se volviese contra el que le hubiese ofrecido todos estos tesoros. Cuando lleguéis a ser hombres nuevos, no habléis de la verdad a lo que, dentro de vosotros, no se haya regenerado todavía en la inocencia y en la fe del espí- ritu. Observaos para ver si no queda en vosotros todavía algo que tenga tal nivel de debilidad o bajeza, que convenga dejarlo que ignore hasta que hay un remedio universal: el de la amargura».

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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