Mitiguemos el brillo de este programa con el juicio crítico del insigne Hare, quien dice

a este propósito: “La filosofía positivista de Comte es, en último término, puramente negativa, pues afirma la inutilidad de perder tiempo en indagar los inescrutables orígenes de las leyes de la naturaleza. Por considguiente, esta doctrina se funda en la ignorancia de las causas y medios de las leyes en que forzosamente ha de permanecer el hombre, a pesar de las pruebas referentes al mundo espiritual. Así es que, mientras el ateísmo queda recluido en los dominios de la materia, el espiritismo se mueve en un campo de tan dilatado espacio como la eternidad con relación a una vida humana y como las insondables regiones sidéreas respecto al área habitable de nuestro planeta” (14). En suma, el positivismo arremete igualmente contra la teología, la metafísica, el espiritismo, el ateísmo, el materialismo y la ciencia, con amenaza de invalidarse a sí mismo. Opina De Mirville que, según la filosofía positivista, “la mente humana no logrará equilibrarse hasta que la psicología se considere como un laxante cerebral y la historia como un laxante social”. El Mahoma moderno empieza por despojar al hombre del alma y de la fe en Dios, para hundir después inadvertidamente en las entrañas de su propia doctrina la afiladísima espada de la metafísica, cuyos golpes presumiera evitar. De este modo no quedan en su sistema ni vestigios de filosofía. De un discurso pronunciado en 1864 por Pablo Janet, miembro del Instituto de Francia, sobre el positivismo, entresacamos el siguiente párrafo: “Hay algunos talentos educados y nutridos en las ciencias exactas y experimentales, que sienten instintiva inclinación a la filosofía, pero sin que puedan satisfacerla más que con elementos ajenos, y su ignorancia de las ciencias psicológicas les lleva precisamente a combatirlas, con lo cual presumen haber fundado una nueva filosofía positiva que, bien mirada, no es ni más ni menos que una incompleta y mutilada hipótesis metafísica. Se arrogan la infalible autoridad, propia tan sólo de las ciencias de experimentación y cálculo, siendo así que su defectuoso sistema es del mismo orden mental que los que combaten. De aquí lo deleznable de su posición y el descrédito de sus ideas, que muy luego serán esparcidas a cuatro vientos” (15).

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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