Una vez le pidieron al gran Maestro Joshu su palabra. Joshu dijo: «No hay ni
siquiera media palabra.» Cuando le volvieron a preguntar: «Maestro, ¿pero no estás aquí?», él dijo: «No soy una palabra.» Tiene razón. Un Maestro no es una palabra, un Maestro es una puerta. Un Maestro no es un mensaje, sino un vehículo. Un Maestro es un enlace, un puente. Pasa por la puerta, pasa por el puente, y llegarás a saber exactamente qué es la vida. Si puedes zambullirte profundamente en el Maestro, empezarás a sentir la presencia de Dios; pero no es un mensaje. ¿Y dices que no me comprendes? Sé por qué no puedes comprenderme: porque todo lo que digo es muy simple, ésa es la razón. Si hubiera sido complejo, lo habrías entendido. Estás acostumbrado a la complejidad. Cuanto más compleja es una cosa, más empieza a trabajar con ella tu intelecto: el desafío del ego... Mi comunión contigo es tan simple, tan absolutamente simple, que no hay ningún desafío para el ego. Ésa es la razón por la que no puedes comprenderme. Lo que digo es simple y absolutamente claro. No uso ninguna jerga. Uso simplemente el lenguaje que utilizas en tu trabajo cotidiano, en tu vida cotidiana. Quizá ésa sea la razón por la que no me comprendes: lo obvio es lo que digo y enseño —sí, lo obvio—, pero lo obvio suena raro, porque te has acostumbrado tanto a las complejidades que la mente loca sigue hilando y tejiendo a tu alrededor. Y además, ten siempre presente que lo que digo no lo digo por ninguna razón particular, no hay ningún motivo detrás de ello; igual que dicen «el arte por el arte». Lo que te digo no tiene ninguna razón particular, ningún motivo, sino la pura alegría de estar contigo, la pura respuesta a tus preguntas. No es que mis respuestas vayan a resolver tus preguntas; no, en absoluto. Si mis respuestas pueden resolver tus preguntas, entonces se convierten en un mensaje. Mis respuestas solo te ayudarán a comprender tus preguntas; y cuando se comprende una pregunta, se disuelve. Ninguna pregunta se resuelve nunca. Si comprendes una pregunta correctamente, se disuelve, no se resuelve. Se vuelve insignificante, trivial y falsa, como una hoja seca que cae del árbol, pierde todo significado. No te voy a dar respuestas, voy a quitarte tus preguntas. Y cuando la mente no tiene ninguna pregunta que hacer, en ese absoluto silencio en el que no hay ninguna pregunta, llegas a conocer lo que es; llámalo Dios, llámalo Tao, verdad, nirvana o lo que quieras. Por eso digo que no hay ninguna razón particular en decir lo que te digo. No hay ningún motivo particular detrás de todo ello, es una simple respuesta a tu ser. Solo estoy siendo un espejo, por eso no hay ninguna necesidad particular de comprenderme. No intentes comprenderme. No hay nada que comprender. Simplemente permanece conmigo y la comprensión llegará por sí sola. Y hay dos tipos diferentes de comprensión. Cuando trates de comprenderme, te lo pederás, porque mientras te estoy impartiendo algo, tú estás involucrado y ocupado en comprenderlo. Te lo perderás. No intentes comprenderlo, ¡simplemente escucha! De la misma manera que te estoy hablando sin ningún motivo, escucha por tu parte sin ningún motivo... y el encuentro se producirá. Cuando yo no tengo motivos y tú no tienes motivos, ¿qué puede entorpecer, qué puede obstaculizar el encuentro? Entonces el encuentro se producirá. Y en esa comunión está la comprensión; en esa comunión hay luz, claridad, transparencia. De modo que, en vez de tratar de comprenderme, celébrame, regocíjate en mí... y comprenderás, y sin ningún esfuerzo por comprender. Nadie comprende nunca a través del esfuerzo. ¿Qué esfuerzo haces cuando escuchas música? ¿Tratas de comprenderla? Si tratas de comprenderla, te perderás toda su alegría. La música es para regocijarse en ella. ¿Tratas de comprender la danza? Entonces te la perderás. La danza hay que celebrarla. ¿Tratas de comprender las rosas y los cantos de los pájaros por la mañana? ¡No hay necesidad! Simplemente permanece con la rosa, simplemente ve volar al pájaro; no dejes que nada lo entorpezca, y de pronto, surge la comprensión. Esa comprensión surge del corazón, de tu inteligencia. No es de la cabeza. Y entonces la comprensión tiene un sabor totalmente diferente, una fragancia totalmente diferente. Entonces tiene belleza, porque surge de la ausencia de esfuerzo; es fruto del amor. Si tratas de comprenderme, estará presente la lógica, estará presente la mente. Si no tratas de comprenderme, si me escuchas simplemente para escucharme, entonces, poco a poco, algo empieza a abrirse en ti, a surgir en ti, a despertar en ti. Déjame ser una provocación, no un mensaje. Déjame ser una alarma que te despierte, no un mensaje. Si piensas en términos de un mensaje, crearás un muro entre tú y yo. Simplemente permanece presente aquí. Igual que yo estoy contigo, tú hazlo conmigo: sin ninguna razón particular, simplemente por la pura alegría de este silencio, esta presencia que nos rodea a ti y a mí, que nos une a ti y a mí; esta meditación, esta gracia, este momento de pura belleza y bendición. Y tu corazón comprenderá. Que tu mente comprenda o no, no tiene importancia.
Osho . El Secreto de los Secretos: Charlas sobre el secreto de la Flor Dorada .