Es necesario meditar para descubrir si la vida tiene algún significado. Y la meditación consiste

también en echar los cimientos de una conducta recta, recta en el sentido de precisa, no conforme a un ideal, no según un patrón o alguna fórmula, sino una acción que tiene lugar cuando hay observación completa de aquello que ocurre dentro de uno mismo. Y, a través de la meditación, tenemos que establecer una relación correcta entre los seres humanos, lo cual implica una relación exenta de conflicto. El conflicto existe cuando hay una división entre las dos imágenes, cosa que ya hemos discutido muchísimo: la imagen que uno tiene del otro y la que el otro tiene de uno. Y en la meditación no tiene que haber ninguna clase de temor psicológico y, por lo tanto, ello significa la terminación del dolor; y tiene que existir aquello de que hemos hablado anteriormente: compasión y amor. Ésa es la base, ésos son los cimientos de la meditación. Sin eso, pueden ustedes sentarse bajo un árbol con las piernas cruzadas por el resto de sus vidas, pueden respirar apropiadamente ya conocen todos los trucos que uno juega-, pero ninguna de estas cosas va a ayudarlos. Por lo tanto, cuando realmente, profundamente, han establecido un modo de vida que en sí mismo no es un fin sino sólo el principio, entonces podemos proceder a descubrir si la mente ¬ que es la totalidad, el cerebro, la conciencia completa- está en calma sin ninguna distorsión. Es sólo cuando la mente está quieta, en silencio, que podemos oír correctamente. Hay distintas clases de silencio: el silencio entre dos ruidos, el silencio entre dos pensamientos, el silencio después de una larga batalla con uno mismo, el silencio entre dos guerras, al que ustedes llaman paz. Todos esos silencios son producto del ruido. Eso no es silencio. Existe un silencio que no es producido ni cultivado, de modo que no hay un “yo” que observe ese silencio; sólo hay silencio, quietud. Comenzamos con la pregunta: ¿Hay algún significado en la vida o no hay ninguno en absoluto? En ese silencio uno realmente no formula tal pregunta; hemos preparado el campo de la mente que es capaz de descubrir. Sin embargo, tenemos que encontrar una respuesta. ¿Dónde encontrar una respuesta y quién va a responder? Yo, un ser humano, ¿voy a responder a ello? ¿O en ese silencio mismo está la respuesta? O sea, que cuando no hay distorsión a causa de un motivo, de un esfuerzo, de una demanda de experiencia, de una división entre el observador y lo observado, entre el pensador y el pensamiento, no hay desperdicio de energía. Entonces, en este silencio está esa energía mayor, y tiene que existir esa energía, esa vitalidad, esa fuerza, para ver más allá de las palabras. Porque la palabra no es la cosa, la descripción no es lo descrito. Ir a la luna, crear un instrumento de un millón de piezas, exige una energía tremenda y la cooperación de trescientas mil personas para armarlo todo. Pero esa energía es por completo diferente de la energía que estamos considerando. Vean, quien les habla es muy serio con respecto a todo esto. Él ha hablado sobre ello por cincuenta años o más, y como casi todas las mentes están presas en rutinas, profundas o superficiales, uno está vigilando constantemente para ver si el cerebro forma una rutina y, sintiéndose seguro ahí, permanece en ella, porque si uno permanece en una rutina, por hermosa, placentera o confortable que sea, la mente se torna mecánica, repetitiva, y así pierde su profundidad, su belleza. De modo que nos preguntamos: El silencio, ¿es mecánico, es un producto del pensamiento que dice: “Tiene que haber algo más allá de mí y para descubrir eso debo estar en silencio, debo controlarme, debo subyugarlo todo a fin de descubrir”? Eso sigue siendo el movimiento del pensar, ¿no es así? Por lo tanto, tenemos que entender la diferencia entre concentración, percepción consciente y atención.

Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .

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