Las sefiroth, o ideas siempre presentes en el modelo universal del Arbol de la Vida

cabalístico, pueden ser revividos por primera vez y, deteniéndose así, participar un poco más de las emanaciones de un Cosmos o universo que nos ha generado junto con todas las cosas y que junto con esa generación ha incluido los códigos sintéticos que hablan de esa Identidad, cualquiera sea ella en sí misma, que somos nosotros, en nuestro más profundo ser, y en ese sentido podemos considerar que nuestro rostro a lo mejor no es el que vemos una mañana en el espejo, o la imagen de nuestros egos, o nuestra autosuposición; que somos imágenes de un Adán primordial, de un hombre prototipo del cual todos los seres humanos son imagen, que está presente en todos nosotros, y que su actualización corresponde a la identidad primera que nos ha sido dada, antes de que por una secuencia cíclica, que llega a la decadencia y la fragmentación, y que se manifiesta en el presente estado de lo que hoy se llama cultura, existencia o vida, hayamos sido lanzados a una especie de lejanía o de extrañeza con respecto al propio mundo –el cual vivimos y nos conforma–, que era y es en sí, como el hombre que en él está incluido, una imagen del Principio, mundo, universo o manifestación que Adán podía nombrar, en todas sus posibilidades, al conocer su esencia inmanifestada, al hallarlo en sí mismo por ser creado a imagen divina. El hombre primordial conocía cada una de las criaturas (que son presentadas ante él para que les dé sus nombres) como símbolo, como expresión de una realidad inteligible que a su vez lo es de una suprainteligible, por lo que al reunirlas se absorbía en el Hombre Universal. En tanto que contemplaba lo inteligible unía su mundo, en tanto que se elevaba a lo incognoscible era uno con el mediador de todos los mundos.

Jose Manuel Rio . ACERCAMIENTO A LA CABALA: Sobre el Arbol de la Vida Sefirótico .

Índice