Amigos míos, tengamos cuidado con otro peligro que nos amenaza a todos: el de ser

tratados como aquellos a los que se pide de nuevo la sangre de los profetas, no porque les hayamos quitado la vida temporal, sino por no haber aprovechado su espíritu más de lo que lo hicieron las naciones a las que ellos se dirigieron con su palabra ni más que los hombres del torrente, pues este espíritu de los profetas es su verdadera sangre que derramamos todos en todo momento, cuando no seguimos las lecciones que nos han dado e, intimidados por sus amenazas, no entramos bajo el dominio exclusivo del único y soberano ser que pretende gobernarlo todo por sí mismo, como si fuese el único que haya podido crearlo todo. Sí, ésa es la sangre verdadera que se reclamará a la familia humana, no sólo desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, sino también desde Zacarías hasta la que se vierta y profane mientras duren los siglos. Ésa es la sangre que derraman todos los días los Fariseos, los Escribas y los doctores de la ley que ahogan continuamente el espíritu del profeta, no sólo bajo el peso de la letra, sino bajo el peso de sus interpretaciones hipócritas y fraudulentas y bajo el de sus tradiciones supersticiosas en las que la verdad va siempre en declive.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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