El nivel cuatro, la mente regla/rol -que predomina desde los siete hasta los once años
de edad, aproximadamente- señala algunos cambios muy profundos en la consciencia. Si tomas, por ejemplo, a un niño que se halle en el nivel tres (el nivel del pensamiento preoperacional) y le muestras una pelota roja por un lado y verde por el otro, y luego pones el costado rojo de cara al niño y el verde mirando hacia ti y, por último, le preguntas al niño cuál es el color que tú estás viendo, el niño responderá, invariablemente, rojo. En otras palabras, en ese estadio el niño no puede adoptar tu perspectiva, no puede asumir el rol de los demás. Sólo cuando aparezca el pensamiento operacional concreto el niño podrá asumir el rol del otro y responderá correctamente que, desde tu punto de vista, la pelota es de color verde. En esta etapa, el niño también puede empezar a llevar a cabo operaciones regladas, tales como la inclusión en clases, la multiplicación, la jerarquización, etcétera. En otras palabras, el niño poco a poco va aprendiendo a vivir en un mundo de roles y de reglas. Su comportamiento está gobernado por guiones, por normas lingüísticas que rigen el comportamiento y los roles. Como señalan Piaget, Kohlberg y Carol Gilligan, esto resulta particularmente evidente en el sentido moral de los niños. En los estadios anteriores -del uno al tres- su moralidad es preconvencional porque no se basa en reglas mentales y sociales, sino en el placer y el dolor, en el premio y el castigo corporal y, como deberíamos esperar, es autocéntrico y narcisista. Pero con la aparición de la mente regla/rol, su moralidad pasa de la moral preconvencional a la moral convencional, del egocentrismo al sociocentrismo. Y esto es muy importante porque, dado que la mente convencional o mente regla/rol aún no se halla capacitada para llevar a cabo la introspección, las reglas y los roles que va aprendiendo son, en todo sentido, concretos, y el niño los acepta incondicionalmente: es lo que los investigadores denominan estadio conformista. Al carecer de introspección, el niño no puede juzgarlas independientemente y, por consiguiente, las acata de manera irreflexiva. Ahora bien, la mayor parte de esas reglas son necesarias y provechosas -por lo menos para este estadio- pero algunas de ellas pueden ser falsas, contradictorias o engañosas. Muchos de los guiones que dirigen nuestra vida, guiones que heredamos de nuestros padres, de nuestra sociedad o lo que fuere, son falsos y engañosos, no son más que mitos. ÁPero en este estadio el niño no puede juzgarlos! En este estadio, el niño se lo toma todo de manera literal y concreta y, si esas creencias erróneas perduran hasta la edad adulta, nos encontramos ante una patología de guión. En este caso, por ejemplo, podemos decirnos que no somos buenos, que somos muy malos, que Dios nos castigará por tener malos pensamientos, que no somos dignos de amor, que somos unos pecadores empedernidos, etcétera, etcétera. El tratamiento propio de este nivel -especialmente la denominada terapia cognitiva- intenta desarraigar esos mitos y exponerlos a la luz de la razón y la evidencia. Reescribir nuestros guiones constituye una terapia muy poderosa y muy eficaz, especialmente en los casos de depresión y de una baja autoestima.
Ken Wilber . Psicoterapia y Espiritualidad .