El sabio fisiólogo Magendie no descubrió nada que ya no conocieran los médicos de la

antigüedad. Su específico contra la tisis, en que entraba como ingrediente el ácido prúsico, está descrito en las obras de Lumeo (26), donde afirma que la infusión de laurel se empleaba con excelentes resultados en el tratamiento de tan terrible enfermedad. Plinio asegura que el extracto de almendras y huesos de cereza curaba las toses más pertinaces. Concluye diciendo el autor de Demonología, que puede afirmarse con toda seguridad, que las diversas preparaciones secretas a base de opio, tenidas por descubrimientos de la moderna farmacopea, están descritas en las obras de los autores antiguos, tan desdeñados en nuestros días. Nadie niega ya que, desde tiempo inmemorial, estuvo concentrada en el lejano Oriente la sabiduría humana, hasta el punto de que ni en Egipto se cultivaban las ciencias naturales tan asiduamente como en el Asia central. El mismo Sprengel, no obstante su cautelosa prevención contra todo indicio, lo reconoce así en su Historia de la Medicina, y cuando discute los puntos relacionados con la magia, deja a salvo la de la India por menos conocida que la de cualquier otro país de la antigüedad, pues entre los indios era más esotérica, si cabe, que entre los egipcios, y por tan sagrada se la tenía que el vulgo apenas sospechaba su existencia y sólo se ejercía públicamente en las graves crisis nacionales o en circunstancias de temerosa trascendencia. Era la magia una ciencia divina que más intensamente resplandecía en los ascetas gimnósofos, cuya austeridd de vida, pureza de costumbres y desprendimiento de las cosas mundanas aventajaba a la de los más ejemplares hierofantes egipcios y era tenidos en mayor veneración que los magos caldeos. Vivían solitarios (27) en yermo, mientras que los sacerdotes egipcios formaban comunidades y, no obstante las preocupaciones históricas contra magos y adivinos, poseían valiosos secretos médicos y sobresalían insuperablemente en el arte de curar, según se infiere de los numerosos tratados que todavía se conservan en los monasterios de la India. No nos detendremos a dilucidar si los gimnósofos fueron los primeros magos de la India o si recibieron este conocimiento en herencia de los rishis (28), porque los científicos experimentales lo tendrían por estéril especulación.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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