Este cuidado y esta vigilancia de nuestro ser exterior parecerán tan indispensables al hombre nuevo
que no le costará trabajo considerarlos como los principales, o incluso los únicos, que deberían ocupar al hombre aquí abajo. Efectivamente, este ser exterior es el que está en la frontera, y a través de él deben manifestarse la sabiduría, la fuerza y la magnificencia de los habitantes del reino; a él afluyen y concurren todos los resultados de las sabias deliberaciones que no deben dejar de tomarse en el interior del imperio. No deberíamos tener otras funciones que la de vigilar y colaborar en la exacta realización de estas sabias deliberaciones, porque no somos más que los agentes del Estado y no sus legisladores. Podríamos llevar a cabo nuestro trabajo con toda fidelidad, sin preocuparnos lo mínimo por las luces y la sabiduría, que no faltarán en el consejo, mientras nosotros no interrumpamos su marcha y su ejecución con nuestra negligencia en el mantenimiento de nuestro puesto en buen estado.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .