Pero, mientras tanto, una vez advertidos, como estamos nosotros, abramos también nuestros corazones a la

esperanza y a la alegría y confiemos en que la misma mano que nos ha empujado al desierto, la misma mano que nos ha elegido para servir de cimientos para su iglesia, la misma mano que ha hecho que se produzca en nosotros una idea espiritual, nos acompañará en la prueba y no permitirá que el enemigo altere ni mancille en modo alguno los placeres que nos tiene reservados. Y estos placeres deben ser tan incalculables como lo son para nosotros los peligros y las fatigas de la prueba que tenemos que sufrir y deben ser algo más que su compensación, ya que la misericordia está siempre por encima de la justicia.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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