Los filósofos iniciados en los Misterios decían que el alma astral es el incoercible duplicado

del cuerpo denso, el periespíritu de los espiritistas kardecianos, o la forma-espíritu de los no reencarnacionistas. Sobre este duplicado o molde interno, se cierne el espíritu divino que lo ilumina como el sol a la tierra y fecunda el germen de las cualidades latentes. El cuerpo astral está contenido en el físico, como el éter en una botella o el magnetismo en el imán. Es un mecanismo alimentado por el depósito universal de fuerza y sujeto a las mismas leyes que rigen todos los fenómenos de la naturaleza. Su inherente actividad produce las incesantes operaciones biológicas del organismo carnal, y cuando éste se desgasta por el uso, sale de él, porque es prisionero y no voluntario morador del cuerpo físico. La univesal fuerza externa le atrae tan poderosamente que al gastarse la cáscara escapa de ella. Cuanto más robusto, denso y grosero es el cuerpo físico, más largo es el encarcelamiento del astral; pero algunos nacen con organización a propósito para abrir la puerta que comunica con la luz astral, de modo que su alma se asome al mundo astral y se restituya después a su encierro. Los conscientes y voluntariamente capaces de ello, se llaman magos, hierofantes, videntes, profetas y adeptos, y los que sin voluntad ni conciencia propia tienen predisposición a actuar en el mundo astral por la influencia de un hipnotizador o de una entidad espírita se llaman medianeros o médiums. Cuando el cuerpo astral se libra de obstáculos, queda tan poderosamente atraído por la imánica fuerza universal, que a veces levanta consigo el estuche de carne y lo mantiene suspendido en el aire hasta que recobra su acción la gravedad de la materia.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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