Señores, el deseo es una cosa muy extraordinaria, ¿no es cierto? Para nosotros, el deseo
va acompañado de mucha tortura; conocemos el deseo como conflicto, y por eso le atribuimos esas limitaciones. Y nuestros deseos son tan limitados, tan estrechos, tan mezquinos, tan mediocres: queremos un coche, queremos ser más bellos, queremos lograr ¡Mirad lo mezquino que es todo esto! No creo que exista un deseo sin ninguna tortura, sin ninguna esperanza ni desesperación. Lo hay, mas no puede ser comprendido mientras el deseo engendre conflicto. Pero cuando hay la comprensión total del deseo, de los motivos, de las torturas, las renunciaciones, la disciplina, los afanes por los que uno pasa, cuando todo eso es comprendido, disuelto de manera que desaparezca por completo, entonces acaso el deseo sea alguna otra cosa. Puede ser amor. Y el amor puede tener su expresión. El amor no tiene mañana, ni piensa en el pasado, lo que significa que el cerebro no actúa sobre el amor. No sé si alguna vez lo habéis observado: cómo el cerebro interfiere con el amor, cómo dice que tiene que ser respetable, lo divide en divino y pecaminoso, lo está siempre ajustando, sometiendo a control, guiando, haciéndolo adaptar a la norma de la sociedad o de su propia experiencia.
Jiddu Krishnamurti . El Estado Creativo de la Mente .