La virtud es algo viviente, es como una flor llena de belleza, llena de perfume;

sin embargo, no puede cultivarse. La virtud es un movimiento y, como con todas las cosas vivientes, ustedes no pueden capturarla, retenerla y decir que son virtuosos. Y sin libertad, orden, disciplina, virtud que de hecho son la misma cosa-, la meditación se titula meramente así, pero no es más que un escape, un escaparnos de la realidad, un escaparnos de la vida cotidiana. Pero el orden, la libertad y la disciplina se encuentran en la vida cotidiana; por consiguiente, la vida cotidiana es meditación, ¿comprenden? Espero que lo comprendan. La meditación está en la vida de cada día, en el modo como sonríen, como miran a otro, está en la solicitud, la ternura, la generosidad, está en la atención a la ira, a la brutalidad, a la violencia, a la agresión; ahí está la mente meditativa. Cuando tienen este orden total no el orden fragmentario, no el orden en una parte de la mente y el resto en desorden; el orden no es fragmentario, es tan absoluto como dos y dos son cuatro, no cinco-, entonces en ese orden hay cordura. El desorden existe porque no somos cuerdos debido a nuestras creencias, a nuestros dogmas, a nuestras posesiones y apegos; nos falta cordura porque en la raíz de todo ello está el miedo. Así, cuando meditativamente han echado ustedes los cimientos en su vida cotidiana, en las palabras que usan, en los gestos, en el sentimiento, en la pasión del vivir de cada día, entonces han echado los cimientos del orden y pueden proseguir. Verán que la meditación no es concentración. La concentración es un proceso que limita, excluye, separa, y no tiene nada que ver con la meditación. Vean, señores, para descubrir la verdad tiene uno que negar todo lo que ha sido dicho por alguien, negar a su gurú, negar su religión, sus libros. Negar su condición de indio, musulmán, cristiano, inglés o alemán, negarla completamente; entonces, en esa negación (y depende de cómo nieguen ustedes, porque si niegan desde la reacción crearán otro desorden), en esa negación verán la verdad como verdad en el desorden, porque hay verdad en el ver cómo surge el desorden como cuando vemos lo falso en lo verdadero. De modo que, como la libertad con su orden, su virtud y su disciplina no es fragmentaria, ya no hay más fragmentación en la estructura y naturaleza de la mente. Por lo tanto, la mente ya no vive en un estado de lucha y conflicto; una mente así no tiene fin, es inmensa, increíblemente profunda, no puede ser medida. Una mente así, que en sí misma se ha vuelto lo inconmensurable, vive en afecto, con amor y belleza. Y cuando hay belleza y amor, hay verdad, y no existe ningún dios de los que la mente del hombre ha inventado.

Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .

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