¿Cómo podemos librarnos de nuestras preocupaciones mentales, si no podemos evitar las situaciones que las

provocan? Entonces tiene usted que afrontarlas, ¿no es así? Para librarse de la preocupación, uno trata generalmente de escapar del problema; va al templo o al cine, lee un periódico, enciende la radio, o busca alguna otra forma de distracción. Pero el escapar no resuelve el problema, porque cuando uno regresa de ello, el problema sigue estando ahí. Entonces, ¿por qué no afrontarlo desde el principio mismo? Ahora bien, ¿qué es la preocupación? A usted le preocupa si va a aprobar sus exámenes y tiene miedo de no lograrlo; por consiguiente, se afana al respecto, pasa noches sin dormir. Si no los aprobara, sus padres se disgustarían; además, a usted le complacería poder decir: “Lo he logrado, he aprobado mis exámenes”. Y se sigue preocupando hasta el día mismo del examen, y luego hasta que conoce los resultados. ¿Acaso puede usted escapar de la situación, zafarse de ella? De hecho, no puede hacerlo, ¿verdad? De modo que tiene que afrontarla. ¿Pero por qué preocuparse al respecto? Ha estudiado, ha hecho lo mejor que podía, y aprobará o no aprobará. Cuanto más se preocupa, más asustado y nervioso se pone y menos capacidad tiene de pensar; y cuando llega el día no puede escribir nada, sólo puede mirar el reloj ¡qué es lo que me sucedió a mí! Cuando la mente examina y examina un problema y está incesantemente ocupada con él, a eso lo llamamos preocupación, ¿no es así? Entonces, ¿cómo ha de librarse uno de la preocupación? En primer lugar, es esencial que la mente no le dé al problema el suelo donde pueda arraigar. ¿Sabe usted qué es la mente? Grandes filósofos han dedicado muchos años a examinar la naturaleza de la mente, y se han escrito libros al respecto; pero si uno presta a ello toda su atención, pienso que es bastante sencillo descubrir qué es la mente. ¿Alguna vez ha observado su propia mente? Todo lo que ha aprendido hasta ahora, la memoria de todas sus pequeñas experiencias, lo que le han dicho sus padres, sus maestros, las cosas que ha leído en los libros o que ha observado en el mundo que lo rodea todo esto es la mente. Es la mente la que observa, la que discierne, la que aprende, la que cultiva las así llamadas virtudes, la que comunica ideas, la que tiene deseos y temores. No es solamente lo que usted ve en la superficie, sino también las capas profundas del inconsciente que contienen ocultas las ambiciones raciales, los motivos, los instintos, los conflictos. Todo esto es la mente, y a eso se le llama conciencia. Ahora bien, la mente necesita estar ocupada con algo, como una madre que se preocupa por sus hijos, o un ama de casa por su cocina, o un político por su popularidad o su posición en el parlamento; y una mente que se halla ocupada es incapaz de resolver problema alguno. ¿Alcanza usted a verlo? Sólo la mente que no está ocupada es la que puede tener la lozanía indispensable para comprender un problema. Observe su propia mente y verá qué inquieta está, siempre ocupada con algo: con lo que alguien dijo ayer, con algo que usted acaba de aprender, con lo que va a hacer mañana, etcétera. Nunca está desocupada lo cual no implica una mente inactiva, o alguna clase de vacío mental. En tanto sigue ocupada, ya sea con lo más elevado o con lo más bajo, la mente es pequeña, mezquina; y una mente mezquina nunca puede resolver ningún problema, sólo puede estar ocupada con él. Por grande que pueda ser un problema, al estar ocupada con él la mente lo vuelve trivial. Sólo una mente que no se halla ocupada y que, por lo tanto, es fresca, lozana, puede abordar un problema y resolverlo. Pero es muy difícil tener una mente no ocupada. A veces, cuando usted se sienta quietamente junto al río, o en su habitación, obsérvese a sí mismo y verá cómo ese pequeño espacio del que tenemos conciencia y al que llamamos nuestra mente, está de continuo lleno con los múltiples pensamientos que, atropellándose, se adueñan de ella. Mientras la mente permanece llena, ocupada con algo puede ser la mente de un ama de casa o la del más grande de los científicos es pequeña, insignificante, y cualquiera que sea el problema que aborde, no podrá resolverlo. Mientras que una mente que no se halla ocupada, que tiene espacio, puede habérselas con el problema y resolverlo, porque una mente así tiene frescura y aborda el problema de un modo nuevo, no con la vieja herencia de sus propios recuerdos y tradiciones.

Jiddu Krishnamurti . El Proposito de la Educacion .

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