Dios mío, yo sé muy bien que eres la vida y que yo no soy
digno de que te acerques a mí, que no soy más que vergüenza, miseria e iniquidad. Sé muy bien que tienes la palabra viva, pero las espesas tinieblas de mi materia impi- den que hagas que se oigan en los oídos de mi alma Haz. sin embargo, que descienda a mi una gran abundancia de esta palabra, para que su peso pueda contrarrestar la masa de la nada en la que se absorbe todo mi ser y que, el día de tu juicio universal este peso y esta abundancia de tu palabra puedan sacar- me del abismo y hacer que me remonte hasta tu santa morada Pon en las diversas regiones y facultades que me componen numerosos obreros hábiles y vigilantes que desatoren los canales de todas sus inmundicias y rompan hasta la roca viva que se opone a la circulación de las aguas Entonces entrará en mí la vida de tus fuentes puras y activas y llenará mis ríos hasta los bordes, enton- ces crearás un mundo de espíritus en mi pensamiento, un mundo de virtudes en mi corazón y un mundo de poder en mi obra, y es el todopoderoso, el santificador universal, el que mantendrá por sí mismo todos estos mundos en mí y quien los alimentara continuamente con sus propias bendiciones.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .