Alma humana, recuerda que una tierra se enriquece con los frutos que pro- duce, porque

las semillas que recibe en su seno producen las plantas por los jugos que sacan de ella y que hacen que descienda sobre ella el rocío del cielo. Alma humana, más fecunda que la tierra corruptible en la que estás aprisionada durante algún tiempo, tú puedes, más que ella, atraer y hacer que fluya sobre ti el rico y fecundo rocío. Esos son todos los tesoros que deben enriquecerte para siempre, ya que, si te dices con toda sinceridad Lázaro, levántate, puedes espe- rar que el consejo celeste venga a deliberar hasta tu propio seno y envíe después su palabra sagrada a todo tu ser, para hacer que se cumplan en él sus decretos y que lleguen en abundancia a todas sus sustancias elementales, espirituales y Divinas las santificaciones eternas que no pretenden más que borrar el tiempo (esa mancha que se ha echado sobre el cuadro de la vida) y que querrían que todo lo que existe tomase el nombre universal del anciano de los días, desapa- recida esa imagen que se llama hoy.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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