Hombres de Dios, consoladme, consoladme. Mi corazón está henchido de aflicción. Consoladme. Está lleno de

dolores, como el corazón de los profetas, pues abarca la vasta extensión del crimen y delante de mí se entreabren los abismos. Veo las víctimas que se inmolan todos los días en el altar de la iniquidad. Veo a esos infames sacrificadores que degüellan ellos mismos las víctimas desdichadas que han seducido con el señuelo de los mayores triunfos y de los consuelos más dulces."Veo a los satélites de los sacrificadores, que recorren todos los senderos de la tierra para sorprender nuevas presas y arrastrarlas a la caverna del león feroz, y no veo a nadie que las defienda ni las arranque de la muerte. Hombres de Dios, que sean vuestros llantos los que corren por todas mis venas, en vez de mi sangre. Dadme vuestra fuerza e iré a coger a todos esos profetas de mentira que se apoderan del espíritu de los reyes de Israel y, lo mismo que Elias acabó con los falsos profetas de Baal y de Astarté, yo los precipitaré en el torrente de Cismón. Voy a pisotear a estos habitantes de Edom. Los voy a pisotear como en un lagar y su sangre saltará a mis vestiduras y teñirá de rojo los bordes de mi túnica (Isaías, 63:3).

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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