Dentro de este contexto filosófico-científico y también teológico, Kircher considera a los volcanes como "respiradero
del hollín superfluo y para desahogar la fuerza de los calores internos para que no terminen con la Tierra". En el libro II de Mundus Subterraneus Kircher, recogiendo las ideas clásicas de los cuatro elementos (tierra, agua, fuego y aire), considera el Geocosmos como un organismo o una vasta máquina activa cuyo motor es el fuego alojado en el centro del mismo. Los elementos de este Geocosmos están interrelacionados. Existe una circulación permanente de las aguas, de manera semejante a como las venas transportan la sangre por el cuerpo, y que mantienen en equilibrio las fuentes, los ríos, los mares y los océanos. De igual modo, circulan por sus cavidades el fuego y el aire. El elemento motriz de todo este vasto organismo es el fuego central que, por canales subterráneos, difunde exhalaciones ígneas que calientan el agua de los hidrofilacios, "transforman" las sustancias subterráneas y lanzan violentamente el vapor y las rocas fundidas. Así se producen los volcanes y, al enfriarse el agua hirviendo, dan lugar a las fuentes y los ríos.
Athanasius Kircher . El Geocosmos .