Todas estas creencias no se limitan exclusivamente a la potencia sagrada de los metales, sino
que se extienden a la magia de los instrumentos. El arte de hacer útiles es de esencia sobrehumana, ya divina, ya demoníaca (el herrero forja también las armas mortíferas). Probablemente, a la mitología de los metales se añaden restos de otras mitologías de la Edad de la Piedra. El útil de piedra y el hacha de mano estaban cargados de una fuerza misteriosa: golpeaban, herían, hacían estallar, producían chispas, lo mismo que el rayo. La magia ambivalente de las armas de piedra, mortíferas y bienhechoras como el propio rayo, se transmitió amplificada a los nuevos instrumentos forjados en metal. El martillo, heredero del hacha de los tiempos líticos, se convierte en la enseña de los dioses fuertes, los dioses de la tempestad. Así nos resulta fácil comprender por qué a veces los dioses de las tempestades y de la fertilidad agraria son imaginados como dioses forjadores. Los T'ou-jen, de Kuang-tsi, sacrificaban cabras al dios Dantsien San, pues se sirve de las cabezas como de yunques. Durante las tormentas Dantsien San bate su hierro entre los cuernos del animal sacrificado; los relámpagos y el granizo chispeante caen sobre la tierra y derriban a los demonios. El dios defiende, en cuanto herrero, las cosechas y los hombres. Dantsien San es un dios de la tormenta, correspondiente al tibetano dam-can y, por tanto, a rDorje-legs(pa), que cabalga una cabra y parece ser una vieja divinidad bon. Ahora bien, rDorje-legs(pa) es un dios herrero; su culto está en relación con la tormenta, la agricultura y la cabra 7. En los Dogon encontraremos una situación análoga: es el Herrero celeste el que desempeña el papel de héroe civilizador; trae del cielo los granos cultivables y revela lu agricultura a los humanos.
Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .