¿Por qué envejece la mente? Es vieja, ¿verdad?, en el sentido de volverse decrépita, de

deteriorarse, repetirse, estar atrapada en hábitos: hábitos sexuales, religiosos, hábitos de trabajo, o los diversos hábitos de la ambición. La mente se halla tan agobiada de innumerables experiencias y recuerdos, tan desfigurada y marcada por el dolor, que no puede ver nada de manera fresca, sino que está siempre traduciendo lo que ve; lo traduce conforme a sus propios recuerdos, a sus propias conclusiones y fórmulas, apelando siempre a las citas. Es una mente atada a la autoridad; es una mente vieja. Usted puede ver por qué ocurre eso. Toda nuestra educación se limita al cultivo de la memoria; y tenemos esta comunicación masiva a través de los diarios, la radio, la televisión; están los profesores que leen sus clases y repiten la misma cosa una y otra vez hasta que el cerebro de uno se empapa de lo que ellos han repetido y lo vomita en un examen; y uno obtiene su título y continúa con el proceso: el empleo, la rutina, la incesante repetición. No sólo eso, sino también nuestra propia lucha interna de la ambición con sus frustraciones, con su competencia, no sólo por los empleos, sino por Dios, deseando estar cerca de Dios pidiendo la vía rápida para llegar a él [... ]. Lo que ocurre, pues, es que debido a la presión, al esfuerzo intenso, a las tensiones, nuestras mentes se hallan atestadas ahogadas por la influencia, por el dolor, seamos o no conscientes de ello [...]. Desgastamos la mente, no la usamos.

Jiddu Krishnamurti . El Libro de la Vida .

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