El hombre de Dios está obligado a menguar continuamente y a llegar, como Elias, a

las pequeñez del hijo de la viuda de Sarepta para resucitarlo. Eso es lo que hace su ministerio tan laborioso: es preciso que este hombre de Dios esté siempre en contracción para adaptar las virtudes Divinas a nuestra morada impura y sucia, pues el hombre de Dios se ha establecido para ser por siempre el órgano de estas virtudes, tanto en la oración y en la instrucción como en las obras.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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