Existen efectivamente varias tradiciones míticas sobre el origen de los metales, según las cuales éstos

«salen» del cuerpo de un dios o de un ser semidivino. En el mito del «desmembramiento» de Indra se nos dice que, embriagado por un exceso de soma, el cuerpo del dios comenzó a fluir, dando así origen al nacimiento de toda clase de criaturas, plantas y metales. «De su ombligo escapó su hálito vital, que se hizo plomo, no hierro, no plata; de su semen fluyó su forma y se convirtió en oro» (Zatapatha Brahmana, XXI, 7, 1, 7). Un mito similar se manifiesta entre los iranianos. Cuando Gayomart, el hombre primordial, fue asesinado por el corruptor «dejó su semen fluir a tierra (...). Como el cuerpo de Gayomart estaba hecho de metal, las siete especies de metales surgieron de su cuerpo.» Según el Zath-sparam, X, 2, «cuando murió, las ocho especies de minerales de naturaleza metálica provinieron de sus diversos miembros, a saber: el oro, la plata, el bronce, el estaño, el hierro, el plomo, el mercurio y el diamante; y el oro, en razón de su perfección, salió de la vida misma y de su semen». Observemos de paso que es del semen de Gayomart, previamente purificado por la rotación del cielo, de donde más tarde había de nacer la primera pareja humana bajo la forma de una planta de rivás, motivo que sitúa esta tradición iraniana en un complejo mítico muy antiguo y extendido.

Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .

Índice