El muchacho era diestro en los juegos, realmente muy bueno. También era bueno en sus
estudios; era serio. Vino, pues, a ver a su maestro y le dijo: «Señor, ¿podría conversar con usted?» El educador contestó: «Sí, podemos conversar; salgamos a dar un paseo». De modo que sostuvieron un diálogo. Fue una conversación entre el educador y el educando, una conversación en la que había cierto respeto por ambas partes, y como el educador también era serio, la conversación fue agradable, amistosa, ya que ambos habían olvidado que eran un maestro con un estudiante; olvidaron el rango, la importancia de uno que sabe, la autoridad, frente al otro que tiene curiosidad por saber.
Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .