¿Entonces no hay nada por encima de la sublimidad de nuestra clase que nos destine

a ser el medio de comunicación entre la Divinidad y el espíritu? ¿Y podríamos en lo sucesivo permitirnos un momento de descanso en una obra tan santa, ya que cada uno de los momentos que perdemos retrasa la realiza- ción de este trinario activo que representa en lo espiritual y en caracteres dis- tintos el ternario eterno? ¿O también porque cada uno de estos momentos que perdemos nos hace culpables ante Dios, porque hacemos que fallen sus desig- nios; ante el espíritu, porque lo dejamos sin alimento, y ante nosotros, porque, con independencia del error que cometamos al no cumplir nuestra ley, nos estamos destruyendo nosotros mismos al privarnos de la doble subsistencia que se nos ha concedido en esta santa función, que son la subsistencia divina y la espiritual, que no pueden proyectarse en nosotros sin vivificarnos de una manera secreta y oculta para nosotros?.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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