El Cristianismo es una religión Judía y esta doctrina de la reencarnación le pertenece históricamente

por herencia judaica, y también por razón de haber sido enseñada por Jesús y por los primeros padres de la iglesia. Si hubiera alguna forma verídica o lógica para la iglesia Cristiana de librarse de este dilema - excluyendo, desde luego, los dogmas de la iglesia -, al Teósofo le agradaría que se la diesen a conocer. En realidad el Teósofo sostiene que quien quiera que sea Cristiano profeso y niegue esta teoría, él mismo pone con eso su juicio contra el de Jesús, quien debió haber sabido más sobre el asunto que aquellos que lo siguen. Es este anatema lanzado por el Concilio de la iglesia contra la reencarnación, y la ausencia de esta doctrina en la enseñanza actual, lo que ha hecho daño al Cristianismo y ha hecho de todas las naciones Cristianas pueblos que pretenden ser discípulos de Jesús y de la ley del amor, pero que realmente como naciones, son seguidoras de la Ley Mosáica del talión y de la represalia. Porque sólo en la reencarnación se encuentra la respuesta a todos los problemas de la vida; y en ella y en el Karma se encuentra la fuerza que hará a los hombres practicar la ética que profesan en teoría. Es el objeto de la antigua filosofía el restituir esta doctrina a cualquier religión que la haya perdido, y por lo tanto nosotros le llamamos el "acorde perdido del Cristianismo". ¿Pero quién o qué es lo que reencarna? El cuerpo físico no es lo que reencarna, porque ese cuerpo muere y se desintegra; y a muy pocos de nosotros nos gustaría permanecer encadenados para siempre a tales cuerpos como los que tenemos ahora, que se admite están infestados de enfermedades, excepto en el caso de los salvajes. El cuerpo astral no es tampoco lo que reencarna, porque como se ha demostrado ya, el astral también tiene su límite y debe desintegrarse después que el cuerpo físico se ha disuelto. Tampoco son las pasiones y los deseos. Estas últimas son sin duda alguna de un largo término, porque tienen el poder de reproducirse por sí mismas en cada vida mientras nosotros no las vayamos erradicando. La reencarnación se encarga de éso, puesto que ella nos proporciona numerosas oportunidades para que lentamente, uno por uno, sean erradicados todos los deseos y pasiones que desfiguran la imagen celeste del hombre espiritual. Ya ha sido explicado cómo la parte pasional de nosotros se funde con la astral después de la muerte y proyecta aparentemente un ser, que tiene una corta eistencia que vivir mientras se desintegra. Cuando la separación se completa entre el cuerpo que ha muerto, el cuerpo astral y las pasiones y deseos - habiendo la vida comenzando a ocuparse en otras formas -, la Triada Superior, Manas, Buddhi y Atma, quienes componen el hombre real, inmediatamente pasan a otro estado o ambiente, y cuando termina este estado -el cual es llamado Devachán, o cielo-, la Triada Superior es de nuevo atraída hacia la tierra para su reencarnación. Esta Triada es la parte inmortal de nuestro ser; en efecto, nosotros somos esta Triada. Esto deberá ser firmemente comprendido por la mente, porque de su claro entendimiento depende la comprensión de toda la doctrina. Lo que en realidad obstaculiza esta visión para el hombre occidental moderno, es sencillamente el prolongado entrenamiento que todos nosotros hemos tenido en ciencia materialista y una religión materializante, las cuales han hecho del mero cuerpo físico algo muy prominente. La primera ha enseñado todo lo relativo a la materia solamente, 'y la segunda ha predicado la resurrección del cuerpo, una doctrina contraria al sentido común, a los hombres, a los hechos, a la lógica y a todo testimonio. Pero no hay duda alguna de que la teoría de la resurrección corporal proviene de la corrupción de una más antigua y verdadera enseñanza. La resurrección está basada en lo que dice Job acerca de haber visto a su redentor en la carne, y sobre la mención de San Pablo de que el cuerpo fue resucitado incorrupto. Pero Job fue un egipcio que hablaba de ver a su maestro o iniciador, quien era el redentor, y Jesús y Pablo se referían al cuerpo espiritual solamente.

William Judge . El Oceano de la Teosofia .

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