De lo que se trata, bajo cualquier designación que sea, es siempre de lo «exterior»
(ez-zâher) y de lo «interior» (el-bâten), es decir, de lo aparente y de lo oculto, que por lo demás son tales por su naturaleza misma, y no por el efecto de convenciones cualesquiera o de precauciones tomadas artificialmente, ni siquiera arbitrariamente, por los detentadores de la doctrina Tradicional. Este «exterior» y ese «interior» son figurados por la circunferencia y su centro, que puede ser considerada como la sección misma del fruto evocado por el simbolismo precedente, al mismo tiempo que somos así llevado por otra parte a la imagen, común a todas las Tradiciones, de la «rueda de las cosas». En efecto, si se consideran los dos términos en cuestión en el sentido universal, y sin limitarse a la aplicación que de los mismos se hace lo más habitualmente en una forma Tradicional particular, puede uno decir que la shariyah, la «gran ruta» recorrida por todos los seres, no es otra cosa que lo que la Tradición extremo-Oriental denomina la «corriente de las formas», mientras que la haqîqah, la verdad una e inmutable, reside en el «invariable medio» . Para pasar de la una a la otra, y pues de la circunferencia al centro, es menester seguir uno de los radios: Es la tarîqah, es decir, el «sendero», la vía estrecha que no es seguida más que por un pequeño número . Hay por lo demás una multitud de turuq, que son todos los radios de la circunferencia tomada en el sentido centrípeto, puesto que se trata de partir de la multiplicidad de lo manifestado para llegar a la unidad principal: Cada tarîqah, partiendo de un cierto punto de la circunferencia, es particularmente apropiada a los seres que se encuentran en ese punto; pero todas, cualesquiera que sea su punto de partida, tienden de modo parecido hacia un punto único , todas finalizan en el centro y conducen así a los seres que las siguen a la esencial simplicidad del «estado primordial».
Ariza Francisco . Apercepciones sobre el esoterismo islámico y el Taoísmo .