Vivimos, pues, en el cielo con todos los que amamos y admiramos; y el grado

de nuestra comunión con ellos lo determinan los límites de nuestra capacidad, o de la suya si estamos más avanzados los volvemos a encontrar bajo las formas en que los amamos sobre la tierra y con el recuerdo perfeccionado de nuestras relaciones terrestres; porque el cielo es eflorescencia de cuanto no pudo florecer en la tierra, y los amores frustrados y tibios de esta vida se desarrollan allí con vigoroso poder. Como la comunión es directa, no pueden equivocarse ni de palabra ni de pensamiento que crea su amigo, o por lo menos todo lo que le es asequible de ese pensamiento.

Annie Besant . La sabiduría antigua .

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