En el estado de pasión sin causa hay intensidad libre de todo apego; pero cuando
la pasión tiene una causa, hay apego, y el apego es el origen del dolor. Casi todos estamos apegados; nos apagamos a una persona, a un país, a una creencia, a una idea, y cuando nos quitan el objeto de nuestro apego o éste pierde su importancia, nos sentimos vacíos, insuficientes. Tratamos de llenar esta vacuidad aferrándonos a alguna otra cosa, la cual de nuevo se convierte en el objeto de nuestra pasión Examine su propio corazón y su propia mente. Yo soy tan sólo un espejo en el que se está mirando a sí mismo. Si no quiere mirar, está muy bien, pero si desea hacerlo, entonces mírese claramente, despiadadamente, con intensidad, no con la esperanza de disolver sus desdichas, sus ansiedades, sus sentimientos de culpa, sino a fin de comprender esta pasión extraordinaria que siempre nos lleva al dolor. Cuando la pasión tiene una causa se convierte en lujuria. Cuando hay pasión por algo en particular una persona, una idea, alguna clase de realización-, entonces, de esa pasión surgen la contradicción, el conflicto, el esfuerzo. Usted se esfuerza por alcanzar o mantener cierto estado, o por recapturar uno que ya ha sido y desapareció. Pero la pasión de la que estoy hablando no da origen a la contradicción, al conflicto. No tiene relación alguna con una causa; por lo tanto, no es un efecto.
Jiddu Krishnamurti . El Libro de la Vida .