Yérguese ahora él como blanca columna hacia el Occidente, y sobre su faz el

sol naciente del pensa¬miento eterno derrama sus primeras y más gloriosas ondas. Su mente, parecida a un mar tranquilo y sin orillas, se extiende por el espacio sin límites. En su potente diestra tiene él la vida y la muerte.

H.P. Blavatsky . La voz del silencio .

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