Por lo demás, conviene precisar el sentido mismo de la idea de creación, ya que
parece dar lugar a veces también a algunos malentendidos: es así, que si «crear» es sinónimo de «hacer de nada», según la definición unánimemente admitida, pero quizás insuficientemente explícita, con seguridad que es menester entender por ello, ante todo, de nada que sea exterior al Principio; en otros términos, éste, para ser «creador» se basta a sí mismo, y no tiene que recurrir a una especie de substancia fuera de él y teniendo una existencia más o menos independiente, lo que, a decir verdad, es por otra parte inconcebible. Se ve inmediatamente que la primera razón de ser de una tal formulación es afirmar expresamente que el Principio no es en punto ninguno un simple «Demiurgo» (y aquí no hay lugar a distinguir según que se trate del Principio supremo o del Ser, ya que eso es igualmente verdad en los dos casos); sin embargo, esto no quiere decir, necesariamente, que toda concepción «demiúrgica» sea radicalmente falsa; pero, en todo caso, no puede encontrar lugar sino a un nivel mucho más bajo y correspondiente a un punto de vista más restringido, que, dado que no se sitúa más que en alguna fase secundaria del proceso cosmogónico, no concierne más al Principio de ninguna manera. Ahora bien, si la cosa se limita a hablar de «hacer nada» sin precisar más, como se hace de ordinario, hay otro peligro a evitar: es considerar esa «nada» como una especie de principio, negativo sin duda, pero del cual sería extraída sin embargo efectivamente la existencia manifestada; sería eso volver a un error casi semejante a aquel contra el cual se ha querido justamente precaver y que atribuye a la «nada» misma un cierta «substancialidad»; y, en un sentido, este error sería inclusive todavía más grave que el otro, ya que se le agregaría una contradicción formal, la que consiste en suma en dar alguna realidad a la «nada». Si se pretendiera, para escapar a esta contradicción, que la «nada» en cuestión no es la «nada de nada» pura y simple, sino que no es tal más que en relación al Principio, se cometería todavía en eso un doble error: de una parte, se supondría esta vez algo real fuera del Principio, y entonces ya no habría más ninguna diferencia verdadera con la concepción «demiúrgica» misma; por otra parte, se desconocería que los seres de ningún modo son extraídos de esa «nada» relativa por la manifestación, no cesando jamás, como no cesa, lo finito de ser estrictamente nulo frente al Infinito.
Ariza Francisco . Apercepciones sobre el esoterismo islámico y el Taoísmo .