Has de alcanzar una fijeza de mente tal, que ninguna brisa, ni aun el viento

impetuoso, puedan lanzar en ella un pensamiento terreno. Así purificado, el sagrario debe estar vacío de toda acción, de todo sonido o luz mundanales; así como cae exánime la mariposa en el umbral, sorprendida por el cierzo helado, así también todos los pensamientos terrenos deben caer muertos ante el templo.

H.P. Blavatsky . La voz del silencio .

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