Entonces llega al fin del Sendero, al dintel del Nirvana. Ya durante la última etapa
del Sendero había logrado el chela pasar a este maravilloso estado de conciencia normal, porque el Nirvana es la morada del ser liberado (Jivanmukta, “vida libertada” de los indos; el Asekha: “El que nada tiene que aprender” de los budistas). Ha terminado la ascensión humana y toca el límite de la humanidad. Sobre él se extienden las cohortes de poderosos seres sobrehumanos. Ha concluido la crucifixión en la carne, ha sonado la hora de la liberación, y el triunfante grito: “¡Todo se ha consumado!” resuena en los labios del vencedor. ¡Ved!. Ha franqueado el umbral, ha desaparecido en el resplandor de la luz nirvánica. No sabemos que misterios vela esa luz; vagamente sentimos que allí se halla el Yo supremo y que el amador es uno con el Amado. Concluyó el prolongado anhelo, se apagó para siempre la sed del corazón, y el hombre se sumió en la alegría de su Señor.
Annie Besant . La sabiduría antigua .