El valle corre de este a oeste; en el este termina adelgazándose hacia un cañón

estrecho con una montaña de seis mil pies de altura sobre la que aparece el sol de la mañana proyectando sombras profundas y un silencio infinito. Hay un viejo roble que tiene unos cuantos centenares de años, el cual, dorado e inmóvil, atrapa el sol matinal. Es pasmosa la quietud de las hojas más altas. La paloma torcaza comienza su largo, suave y peculiar arrullo, que contesta su pareja. Y ha empezado el día. El búho real había cesado en su ulular cuando el temprano amanecer primaveral mostraba los contornos de la montaña rocosa y las largas líneas de los cerros arbolados. Antes de que el sol se levantara, grandes silencios parecían cubrir la tierra. ¡Y qué bella era la tierra, intemporal en su vastedad! Es nuestra tierra, nuestra y no de algún grupo, comunidad o nación. Es nuestra, pertenece a cada uno de nosotros.

Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .

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